La construcción de la catedral de Málaga, también conocida como catedral de la Encarnación, empezó en el siglo XVI, y se completó, en buena parte, en el siglo XVIII. Decimos “en buena parte” porque, técnicamente, todavía no está terminada, ya que la torre sur está inacabada (de ahí su apodo, «La Manquita»). El templo se erige en el mismo terreno que albergó la mezquita central de Málaga a lo largo de ocho años, durante la dominación musulmana.

Aunque está considerada una de las joyas del Renacimiento en España, también tiene elementos del estilo gótico y barroco. De su exterior, destaca la portada principal, de estilo preminentemente barroco, y las dos torres: la norte, de 87 metros de altura, es la más alta de todas las catedrales andaluzas, y alberga las 14 campanas y el reloj, mientras que la torre sur, tal y como mencionábamos anteriormente, todavía está sin terminar.

Su interior no es menos espectacular. La catedral está compuesta por tres naves de más de 40 metros de altura, cuyas bóvedas destacan no solo por su altitud, sino también por su rica decoración.

Mención aparte merece la estancia del coro, que alberga uno de los ejemplares de carpintería más destacados del barroco español. La sillería, tallada en madera de cedro, caoba y granadillo, se construyó en tres etapas diferentes. Los encargados del proyecto fueron Luis Ortiz de Vargas, José Micael Alfaro y Pedro de Mena. Destacan también los dos órganos, de 22 metros de altura y con ¡más de 4000 tubos!, situados a ambos lados del coro.

En la capilla mayor, los visitantes pueden admirar de cerca las pinturas del artista italiano Césare Arbassia, y los púlpitos de mármol rojo de la eucaristía, diseñados por Fray Juan Bautista.

Desde 2015, es posible acceder a las cubiertas de la catedral. Tras subir más de 200 escalones, el esfuerzo se verá recompensado con unas estupendas vistas panorámicas de la ciudad de Málaga.